Por Ricardo Borja.
–Y… sí– entre sonrisas y una voz quebradiza, contesto; mientras envaino mi modesto teléfono.
Pasar de la región ‘Kanto’ a la ciudad de Quito, o de la ‘Meseta Añil’ al Panecillo fue un sueño cumplido para todos esos entrenadores que siempre anhelaron capturar a un ‘Charizard’. Pokémon GO, no solo nos reavivó a los ‘millenials’ que nos negamos a cruzar el umbral de la adultez, sino que, creó una comunidad, la cual, se abre paso entre las agrietadas calles capitalinas.
En una ciudad, donde: o juegas fútbol o nada. En la que el costumbrismo se atesora como a un hijo primerizo, probar alternativas lúdicas descongestiona la visión tradicionalista y nos ayuda a comprender las dinámicas de nuestra ciudad, a partir de otra perspectiva.
El 6 de julio de 2016, la app Pokémon GO hizo su debut; un par de semanas después, llegó a Latinoamérica. A pesar de que, en Quito, el lanzamiento de este juego fue todo un hito, poco a poco se fue apagando y más personas lo empezaron a desinstalar de sus celulares ¿Fue una moda? Quizás. Sin embargo, se quedaron los fieles, los old school, los que le entregan su tiempo y devoción, a aquello que los entusiasma.
En Quito existen varias comunidades con cientos de usuarios que no solo se han limitado a capturar criaturas digitales. La organización y la autogestión ha llevado a la convergencia de distintas profesiones de los entrenadores para sugerir, mejorar y amplificar la experiencia de esta aplicación móvil. Todo esto se evidencia en su gran producción gráfica y en la cantidad de entrenadores que asisten a los días de la comunidad Pokémon en el parque La Carolina. Esta no es una aplicación más, Pokémon GO es una experiencia social cooperativa.
¿Qué quiere decir esto? Niantic (empresa desarrolladora del juego) comprendió a la perfección que el insumo más preciado del juego es el mismo jugador. En otras palabras, Niantic se vale de los usuarios para que la aplicación mejore y se promocione a través de terceros.
Atrás quedó la sencilla tarea de atrapar un ‘Pikachu’. La app ha logrado reinventarse: incursiones, retos de campo, batallas Player vs player y la aparición del Equipo Rocket son innovaciones que han fidelizado a una comunidad que va desde niños hasta adultos.
La experiencia del juego va más allá de portar un smartphone. Caminar por las calles de Quito o conocer barrios que nunca tuviste un motivo real para visitarlos –a mí me pasó con La Floresta– son sensaciones infinitas que te ofrece la app. Socializar es necesario, y no como ocurre con Candy Crush y sus solicitudes de vidas en una red social; aquí, debes obligarte a salir de tu casa, trazar una ruta y reunirte con un grupo de personas para atrapar un ‘Mewtwo’.
Las comunidades Pokémon Go en Quito se han afianzado a través de grupos de WhatsApp, Twitter y Discord (plataforma diseñada para comunidades de videojuego). Torneos PVP, cenas legendarias y la creación de gimnasios son algunas de las actividades de estas comunidades. Pero, sin duda, su aporte más grande es la postulación de Quito para el Pokémon GO Safari Zone 2020 (#EcuadorGo2020). A través de la autogestión y la organización adecuada, Quito puede estar a las puertas un acontecimiento grandioso.
Las Olimpiadas son inalcanzables, el Mundial de fútbol, solo un discurso populista. Tal vez es momento de probar con otros escenarios; girar el rostro y empezar a visibilizar a aquello que ha empezado a superar la tradición.

Comments