El viernes 8 de enero, el Concejo Metropolitano de Quito tuvo su primera sesión presencial, tras 10 meses de reunirse solamente por medios digitales por la pandemia de COVID. El municipio organizó todo un evento en el Palacio de Cristal del Itchimbía para este fin, que no solo era el retorno presencial al concejo, sino que se debía tratar un solo punto: definir cómo hacer funcionar al metro y a quién se encargará de operarlo.
Según reportes de prensa, la sesión tomó tres horas en exposiciones técnicas de parte de la gerencia de la Empresa Pública del Metro y la secretaría de movilidad. Cuando llegó el momento para que los 21 concejales debatan sobre el modelo propuesto, el teléfono del alcalde Yunda recibió una llamada. Él se levantó y salió de la sala para contestar y no volvió. Los concejales, indignados, resolvieron suspender la sesión y expresar su descontento. Según los concejales, no es la primera vez que sucede.
Situaciones como esta no son aisladas. Por ello, ahora nos preguntamos qué pasa con el “Loro Homero” y por qué genera tantas molestias innecesarias.
Durante este año, Jorge Yunda habrá llegado a la mitad de su etapa como Alcalde Metropolitano de Quito. Su periodo ha estado marcado principalmente por la pandemia de COVID-19 y las respuestas de su administración frente a esta. Sin embargo, los problemas que enfrenta hoy la ciudad no son producto de la pandemia; al contrario, Quito arrastra crisis y problemas desde hace años. Estos conflictos se acentúan cada vez más con el pasar del tiempo y esta administración municipal ha sido poco efectiva para identificarlos y aún menos para enfrentarlos y solucionarlos.
Yunda empezó su alcaldía de manera inusual, consiguió apenas el 21% de una votación dispersa entre 18 candidatos. Su administración sigue siendo cuestionada y criticada. No obstante, esto le ofrecía la oportunidad de las bajas expectativas. Arrancó armando un equipo diverso, con visión hacia distintos sectores y con algunas iniciativas que mostraron buenas intenciones, pero que no florecieron. Es más, muchos de ellos ya no son parte del equipo del alcalde.
El problema con Yunda radica en que no logramos comprender en donde tiene la cabeza, aún menos, qué rumbo busca darle a la ciudad. Por ejemplo, tras casi dos años de administración, Quito aún no tiene un nuevo Plan de Ordenamiento Territorial, tampoco se ha avanzado con el Estatuto Autonómico del Distrito, quedó apenas en un borrador. Estos dos instrumentos son claves para poder planificar el desarrollo sostenible de la ciudad, garantizar orden en su crecimiento, equilibrio en sus finanzas y definir el rol político de la Quito como capital. Pese a los anuncios y convocatorias, ambos documentos siguen en el limbo. El alcalde continúa ignorando que su cargo implica la responsabilidad directa de concretar la elaboración de los mismos.
Existen proyectos como el corredor metropolitano, la mayor iniciativa de esta alcaldía, que quedó como un concurso y proyecto académico que no tiene luces de materializarse. La ampliación de la red de ciclovías -que avanzó en algunos kilómetros- está lejos de completarse: La vital reorganización de las rutas del transporte lleva en discusión por meses sin concreciones. El Metro, la columna vertebral, cuya construcción terminaría en un par de meses, sigue siendo la incertidumbre en la agenda municipal.
Esa falta de liderazgo y desinterés puede ser solo una opinión, pero es una opinión que comparten concejales, funcionarios y ciudadanos. Este pensar se encuentra fundamentado en algunas decisiones tomadas por el Alcalde que resultan incomprensibles, como la delegaciones de funciones. Resulta increíble, por ejemplo, que los temas de movilidad y el modelo de transporte público -quizás el conflicto más grande, visible y constante de esta ciudad- hayan sido delegados al vicealcalde en los momentos en que mayores reformas se discutían. De nuevo, es comprensible la atención prestada a contrarrestar la pandemia, pero no deja de ser conflictuante que el alcalde juegue a “el florón” con los problemas de la ciudad. Jorge Yunda delega sus responsabilidades, abandona la presidencia del Concejo Metropolitano o no participa en los directorios de las Empresas Públicas. Un alcalde que no se entera qué hace la alcaldía.
Alcalde: esta ciudad no puede seguir viviendo de anuncios y de aceptar sus excusas. Comprenda que cada día que pasa, cada sesión del concejo que se suspende, cada resolución que se dilata, es tiempo que esta ciudad pierde y que empeora sus problemas.
La campaña se terminó hace 2 años, quizás es tiempo que se siente a gobernar.
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