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Innovar para evolucionar: entrevista a Gabriela Anker

Actualizado: 23 ene 2020


El poeta Jorge Enrique Adoum definía a Ecuador como “un país irreal limitado por sí mismo”. Esta siempre ha sido una nación complicada y con una historia que gira entre las crisis, las tiranías y los booms que en algún punto nos regresan a la crisis. Esta historia, estas marcas de identidad pueden terminar por cansar a su gente, por hacer de la resignación la mentalidad popular y cerrarle el paso a la innovación y la evolución en favor del conformismo y la resignación. Pero a veces las cosas son distintas, a veces hay gente que decide creer y atreverse a tomar al país como el punto de partida de su carrera, y a través de la misma generar rupturas sin importar las dificultades que se presenten.


Una mañana soleada, la arquitecta quiteña, Gabriela Anker, nos recibe en su oficina. Mientras todos los miembros del estudio Leppanen-Anker discuten sus labores para la semana, ella nos invita un café para conversar sobre el camino recorrido, desde el día en que dejó el país para estudiar artes hasta hacer el diseño de fachada del edificio más alto de Quito.


Gabriela empezó su carrera cuando llegó a Estados Unidos con ganas de estudiar algo relacionado a las artes, sabía que a eso quería dedicarse. Fue el profesor Peter Waldman -de la Universidad de Virginia- quien le ayudó a entender que la arquitectura era el rumbo indicado para tener una carrera pragmática y que le permita hacer exploraciones artísticas. Su nueva vocación la llevó a trabajar en varios estudios importantes entre ellos el de Rafael Viñoly, arquitecto uruguayo de renombre internacional.


Con la experiencia que adquirió fuera del país, Gabriela tomó una decisión fundamental: regresar al Ecuador. Esa siempre fue su idea, no sentía que existiera otra opción, por razones profesionales y familiares, debía regresar. Sin embargo, tenía además una meta: innovar y romper paradigmas con nuevos volúmenes, formas y materiales. Además, desde esta, su ciudad ser capaz de diseñar y exportar arquitectura a otros países. Por supuesto no ha sido fácil, al preguntar sobre sus impresiones al regresar al Ecuador, Gabriela responde de entrada que fue chocante descubrir lo difícil que es emprender un negocio en el país, las trabas burocráticas y el ambiente general del mercado que dificultan la innovación. No obstante, Gabriela cree que siempre hay gente que está dispuesta a dar una mano pese a las dificultades, menciona que este sentido de comunidad es otra razón para trabajar en el país.


Los retos de la ciudad


Para Gabriela, Quito está en un importante momento de transición. El metro presenta grandes oportunidades a la ciudad pero debe aprovecharse y para ello es necesario tener un rumbo, acordar cómo queremos que sea la ciudad y trabajar desde todos los sectores de la sociedad para tener esa ciudad. Desde su profesión cree que la arquitectura no debe pensarse solamente como el objeto construido sino también pensar en la relación con la ciudad, como cada edificación contribuye al desarrollo de la misma. Gabriela se afirma en la idea sobre Quito en la que, por su tamaño y cultura, es una ciudad donde las personas pueden hacer escuchar su voz. Por eso, hoy estamos obligados a hablar de la ciudad y a exigirle a la ciudad ser la mejor versión de sí misma.


En medio de una sociedad que cambia a la misma velocidad que la ciudad crece, Gabriela dice que es necesario densificar la ciudad entendiendo las nuevas realidades para garantizar la calidad de vida en Quito. Es necesario tener una ciudad con crecimiento vertical con edificios mixtos que ofrezcan vivienda, trabajo y entretenimiento en el mismo lugar para no tener que manejar grandes distancias. Además, contar con buena oferta de áreas comunales para recomponer el tejido social de la ciudad, transporte público de calidad y con alternativas de transporte no motorizado, equipamientos educativos cercanos y una oferta inmobiliaria que incluya a las nuevas formas de habitar como la de jóvenes profesionales, parejas sin hijos y otros sectores demográficos que surgen como consecuencia del cambio generacional; son algunos aspectos que Gabriela menciona cuando conversamos sobre su visión de Quito en el siglo XXI.


Son ocho años desde que Leppanen-Anker abrió sus puertas y hoy siguen en su trabajo de innovar en el diseño arquitectónico, explorando con nuevas técnicas y materiales para darle un valor agregado a la construcción ecuatoriana. Este estudio por ejemplo, introdujo al país los paneles prefabricados de hormigón reforzado con fibra de vidrio (GFRC por sus siglas en inglés) y ahora están haciendo experimentaciones con arquitectura digital. En una ciudad donde las tradiciones marcan tanto la vida y pensamientos de la gente, Gabriela y su estudio se han animado a diseñar edificios con una nueva configuración espacial, formas orgánicas con líneas curvas y movimiento en fachada.


Gabriela Anker está aportando a crear un nuevo paisaje en la ciudad, lo hace con un compromiso consigo misma y con la gente que quiere, me dice que si no se innova no se evoluciona y por eso ella y su estudio seguirán yendo en esa línea, no por buscar aceptación o fama, sino por su propia esencia, por seguir creciendo y no quedarse estancada, porque sin innovación no hay futuro.

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