Durante la situación con el COVID-19 que estamos afrontando, varias personas se quedaron varadas en otros países debido a las prohibiciones de las entidades gubernamentales, para disminuir el nivel de propagación de las enfermedades.
Todas las personas que se quedaron en otros países querían regresar a sus hogares o estar, simplemente, en su “patria”. Solo una gran minoría de la población tendrá la experiencia de viajar en avión en medio de una pandemia. Pero, ¿qué pasa por la cabeza de una persona que vive esta odisea?
Daniela es una joven que se encontraba en Estados Unidos cuando se desató la propagación del virus. Vivía en el estado de Maryland donde no tenían mayores restricciones. Se tenía que respetar el distanciamiento social y usar mascarilla siempre. No tuvo muchas preocupaciones en Estados Unidos, porque no salía de la casa, entonces sabía que no estuvo en contacto con personas infectadas.
Cuando empezó su viaje para regresar a Quito, por su cabeza tenía en cuenta que el cuidado personal sería muy importante durante el trayecto. Sabía que debía utilizar alcohol, mascarilla y decir a las personas que respeten su espacio si era necesario. Salió a tempranas horas de la mañana desde el Aeropuerto Nacional Ronald Reagan de Washington. Solo podían ingresar las personas que iban a viajar y durante su espera en la zona de embarque, se percató que no habían tiendas abiertas en el aeropuerto.
Su primera parada fue en Houston, Texas, que duró aproximadamente 3 horas. La mayoría de los locales dentro del aeropuerto estaban cerrados y con plásticos que cubrían las entradas de los mismos. Durante todo su trayecto, las personas utilizaban mascarillas y no se las sacaban nunca, como era de esperarse.
Tanto en el vuelo interno, como en el vuelo hasta Quito, recibió snacks cerrados y botellas de agua pequeñas. Entre sus opciones para comer tenía pretzels o una porción de waffle. Comentando sobre el vuelo como tal, en teoría, los espacios de la mitad de los aviones tenían que estar vacíos, pero ese no fue su caso. Por su seguridad, pidió una reacomodación, para no tener que estar a lado de personas. En su nuevo puesto, contó con los 3 asientos para ella sola.
Aprovechó el tiempo y durmió para no tener que pensar en la comida. Llevó un sanduche pero por miedo a la cantidad de gente que se encontraba en ese espacio cerrado prefirió no comerlo.
Llegada a Ecuador
Una vez que llegó al país alrededor de las 15h00, el proceso de migración fue diferente. La gente se apresuró cuando aterrizó el avión. Decidió esperar que todas las personas bajen, para disminuir la posibilidad de contacto con las personas. Desembarcaron en las salas de espera y los dividieron en las personas que hacían el aislamiento en casas (debido a enfermedades o discapacidades) y las que se dirigirían hacia hoteles aprobados por el COE (Comité de Operaciones de Emergencia).
Las personas pasaban en grupos de tres porque solo contaban con 3 estantes para tomar la temperatura y las pruebas. Una vez tomada la muestra, los resultados serían enviados por correo electrónico. Al pasar el proceso de migración, no tuvo que esperar ni un segundo, porque no habían más personas cuando llegó.
Daniela realizó un proceso aprobado por las autoridades para ir en un carro especializado hacia el hotel en Quito. El automóvil tenía una separación plástica en la mitad (como la mayoría de taxis en la actualidad). Esto complicó la capacidad de conversar con el chófer, porque no se escuchaban bien por el uso de la mascarilla y del plástico.
Llegó a su hotel alrededor de las 17h40, donde firmó documentos antes de dirigirse a su habitación. Una persona encargada subió sus maletas luego de que fueran desinfectadas.
Cuarentena en el hotel
Durante su estadía de 10 días en el hotel no tuvo complicaciones. Aprovechó el tiempo para entrar en cursos en línea y practicar otros idiomas. Contaba con un kit de limpieza y sábanas para que limpie su habitación cuando sea necesario.
Asimismo, tenía 3 comidas diarias que se entregaban a las 7h30, 13h00 y 18h30. Pasando un día, recibía un postre en el almuerzo. Los recipientes de comida desechables se colocaban en una mesa en el pasillo, donde la gente salía recogerlas y dejarlas en el mismo lugar cuando acababan de comer.
Una de las ventajas que tuvo Daniela fue que su familia podía dejar cosas en recepción para que ella pueda comer postres o platos hechos por su hermano. Durante uno de sus días en la habitación, los enchufes se dañaron y tuvieron que ubicarla en otro cuarto, porque no sabían cuánto tiempo iba a tardar el arreglo. La vista desde su habitación era muy agradable y podía observar todo el valle.
Durante este trayecto desde Estados Unidos, se percató que nunca se acaba de sorprender con el comportamiento de la gente. Por más que existieron reglas y señalizaciones en el transcurso de todo el viaje, gran mayoría de la gente no las respeta.
Así es como una joven regresó a su país, a su patria, luego de estar en un dilema debido a la pandemia. No saber si las entidades gubernamentales permitirían que se realicen vuelos fue una incógnita que cientos, incluso, miles de ecuatorianos vivieron. En la actualidad, la situación del COVID-19 todavía atenta contra la salud de todos. Por esta razón, es necesario seguir los lineamientos de salud que se impongan y evitar estar en contacto con otras personas, siempre manteniendo el distanciamiento social.
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